A medida que avanzan las nuevas tecnologías y se acelera la vida digital, se vuelve más importante la necesidad de generar nuevas soluciones para proteger los datos de los usuarios. ¿Cuáles son las principales tendencias en ese sentido?
La privacidad de los datos personales gana cada vez más importancia a medida que se acelera la vida digital. Las regulaciones, en ese sentido, juegan un rol fundamental, pero no constituyen el único desafío que queda por delante.
En principio, es fundamental considerar el factor cultural: es importante que exista una percepción más clara de cómo la tecnología está afectando nuestras vidas. Mientras maduran tecnologías como la inteligencia artificial, con capacidad de analizar el comportamiento de los usuarios para personalizar los productos y servicios que les ofrece, registrar sus movimientos y hasta prever qué harán en el futuro, los marcos normativos actuales quedan restringidos en su accionar.
Los modelos existentes—tal vez el europeo GDPR es el más notorio—se enfocan en salvaguardar los datos personales de los usuarios y en asegurar que no puedan ser utilizados para ninguna actividad que estos no hayan autorizado. Pero estas tecnologías muchas veces no realizan sus análisis enfocándose en el individuo, sino en los grupos, por lo que cuando una de las personas involucradas no coincide con las características generales del conjunto que integra podría sufrir discriminación o algún tipo de sesgo que afectara alguno de sus derechos fundamentales, incluyendo la libertad, el empleo o la salud.
Por eso, la nueva generación de investigaciones sobre privacidad no se preocupa únicamente por el dato per se, sino también por el impacto que los diferentes procesos automatizados podrían tener sobre las personas. Un sensor de internet de las cosas ubicado en un hogar recolecta y procesa información sobre cómo se vive en esa casa, aunque difícilmente individualice datos personales sobre cada uno de sus integrantes: por eso, quedaría excluido de las normativas actuales.
No se trata del único desafío: también es importante encontrar un punto de equilibrio para que mayores niveles de protección y seguridad en el plano regulatorio no impliquen obstáculos ni bloqueos en el desarrollo y la aplicación de las nuevas tecnologías. En ese sentido, cabe destacar que la mayoría de las regulaciones vigentes están basadas en principios generales y no son específicas para cada nueva tecnología. El escenario ideal en este caso es la apertura de un diálogo continuo entre los entes reguladores y las empresas que desarrollan productos y servicios basados en la innovación para que el aprendizaje y la experiencia que se generan del uso de la tecnología realimenten la regulación y habiliten adaptaciones para abarcar nuevas necesidades que puedan surgir. Este modelo colaborativo no es una tendencia aún en Latinoamérica, pero ya se visualiza en algunos países del mundo, desde Gran Bretaña hasta Singapur, pasando por Nueva Zelanda.
Para que este modelo de co-creación de regulaciones funcione, debe existir un elemento clave entre las partes—gobierno, ente regulador, empresas—: la confianza.
Eslabón por eslabón
La creación de regulaciones que protejan la privacidad ante el avance de las nuevas tecnologías sin detener el avance innovador es una tarea que requiere del compromiso de todas las partes involucradas, siempre con una bandera inclaudicable: estamos hablando de un derecho fundamental de los seres humanos.
El primer eslabón es el propio consumidor: las personas están acostumbradas a hacer clic en el botón “Aceptar” sin haber leído antes las condiciones. En esta vida digital acelerada, concedemos los datos para obtener un servicio digital sin evaluar el impacto que podría tener un mal uso de nuestra información personal. Hacen falta más campañas de sensibilización de diversos actores de la sociedad civil para poner a disposición las diferentes herramientas y empoderar a los usuarios. También es importante que el sector privado realice campañas de concientización con mayor alcance alrededor de la privacidad, ya que se trata de un factor diferencial: es otra manera de posicionar la privacidad como un punto prioritario en la agenda y habilitar nuevos debates.
¿Qué rol pueden jugar las empresas? Ir más allá del reconocimiento de la importancia de la privacidad, utilizándola como guía para el desarrollo de sus productos y servicios: que la protección de los datos sea un objetivo que atraviese toda la organización, todos los proyectos, todos los equipos de trabajo.
Los gobiernos, por su parte, deben enfocar el uso de datos en el desarrollo de políticas públicas, absteniéndose de hacerlo, por ejemplo, para controlar a la población. Para que esto resulte, es necesario que la sociedad civil esté muy activa y que se mantengan en funcionamiento las instituciones democráticas y la división de poderes, incluyendo una amplia independencia de los organismos regulatorios. Es fundamental que todas las partes puedan mantener una conversación activa para crear una visión regional de la privacidad. Es muy común que las autoridades latinoamericanas importen y adapten legislaciones y normativas de otras regiones, en especial de la Unión Europea. Sin embargo, es necesario desarrollar una mirada latinoamericana: una que nos permita comprender cómo, respetando los derechos fundamentales de las personas, podemos usar los datos de manera responsable en pos del crecimiento de nuestros países.
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