Por Sissi De La Peña. Gerente de Comercio Digital y Organismos Internacionales LATAM de ALAI México y Centroamérica.
“Internet está entrando ahora en una nueva fase, ahora somos más conscientes de los beneficios del mundo online: rápido, abierto y accesible; y sobre los riesgos positivos y negativos que esto implica. Necesitamos definir una regulación que se ajuste a esta nueva etapa de Internet”.
Unos días atrás, el vicepresidente de Asuntos Globales y Comunicación de Facebook, Nick Clegg, visitó México y mantuvo un diálogo en el Tecnológico de Monterrey. Bajo una errónea percepción, era sorprendente escuchar a una plataforma digital sugiriendo una regulación para las empresas de su tipo.
Clegg señaló que nos encontramos en un momento clave de la historia de Internet. Su desarrollo y expansión han llevado a situaciones que ninguno de sus primeros creadores pudo prever. Los nuevos debates sobre la red mundial se centran en los riesgos que se generan a partir de su uso y sobre cómo mitigarlos. Estos debates señalan la importancia de crear nuevas reglas para atender temas como la privacidad, el uso de datos e información personal y la difusión de contenidos maliciosos.
La urgencia con la que se deben tratar estos nuevos retos nos obligan a pensar en que la tecnología, y de manera específica Internet, es solo una herramienta al servicio de las personas. Su evolución está ligada a la evolución de la sociedad y, por lo tanto, todos y todas nos beneficiamos de un Internet abierto, seguro y confiable.
Desde ALAI reconocemos la transformación digital a la que se enfrenta la sociedad y es por eso que consideramos necesarias nuevas reglas para las empresas de Internet. Pero también afirmamos que estas reglas deben basarse en un razonamiento claro de lo que dichas empresas son ahora, cómo se crearon, y el alcance de sus responsabilidades.
Uno de los aspectos más importantes a tomar en cuenta es que la mayoría de las empresas de Internet no son creadoras de contenido, sino únicamente plataformas de conexión y comunicación entre usuarios. Esto significa que tales empresas no son responsables por los contenidos, pero que sí lo son por la forma en la que estos se comparten.
Otro de los puntos clave para entender la naturaleza de las empresas de Internet es que su modelo de negocios es muy distinto a otro tipo de compañías de tecnología. Muchas de estas plataformas son de acceso gratuito y, para mantenerse así, usan la publicidad como principal fuente de ingresos. El ejemplo más claro es Facebook.
Al respecto, Nick Clegg comentó que si bien la principal fuente de ingresos de Facebook es la publicidad, esto no significa que la empresa obligue a los usuarios a consumir anuncios de manera engañosa. Destacó que gracias a la gratuidad de la plataforma, negocios pequeños pueden crecer y generar empleos. Por ejemplo, tan solo en México, 1 de cada 3 de los negocios pequeños que usan Facebook dicen haber construido su negocio por medio de esta plataforma; mientras que dos tercios de ellos afirman que aumentaron sus ventas gracias a dicha red social. Como el caso de Facebook, otras plataformas gratuitas no solo favorecen la comunicación global, además impulsan el emprendedurismo, el comercio transfronterizo y, por lo tanto, el crecimiento económico, ya que democratizan la salud, la educación y la economía a todos los sectores de la población.
En temas económicos, es cierto que los sistemas impositivos también deben adaptarse a la nueva realidad digital. En esta interesante charla, Nick Clegg afirmó que dado el alcance y extensión de los servicios de Internet, un modelo fiscal para cada país y gobierno haría casi imposible su aplicación; por lo que, buscar un acuerdo internacional facilitaría la adopción de nuevas medidas impositivas para las empresas de Internet.
No obstante, la regulación que hoy se necesita va mucho más allá del tema fiscal. Esto es claro si pensamos en la naturaleza de Internet y los principios básicos en los que está basado: innovación, apertura y libertad de expresión. Definir cómo regular a las empresas de Internet es también definir qué tipo de Internet queremos. Y no es una labor que corresponda solo a las compañías de tecnología; es una tarea a la que gobiernos (incluyendo entes reguladores y cuerpos legislativos) y sociedad civil deben sumarse. Para ALAI, el diálogo es prioridad y la colaboración es el camino que nos lleva a construir entornos digitales más seguros.
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