Recientemente se celebró la Conferencia Global del Día Mundial de la Prensa organizada por UNESCO donde se debatieron asuntos clave para el futuro de la libertad de expresión, como la moderación de contenidos, la transparencia y la desinformación.
*Por Gabriel Parra, Gerente Regional de Políticas Públicas de ALAI
La Conferencia Global por la Libertad de Prensa celebrada por la UNESCO en Punta del Este, Uruguay, hace algunos días, volvió a consolidarse como un espacio para que múltiples actores que abrazamos y valoramos la diversidad de opiniones y la libertad de expresión pudiéramos hacer aportes y debatir ideas sobre asuntos y desafíos fundamentales como la moderación de contenidos, la transparencia y la desinformación.
El título del encuentro, “Periodistas bajo asedio digital”, podía invitar a sesgos negativos y confusiones, en particular si consideramos que la propia UNESCO destacó “la extraordinaria función que desempeñan Internet y las plataformas digitales para facilitar el intercambio de conocimientos e información, especialmente para los grupos vulnerables y marginados, los periodistas independientes y las organizaciones de derechos humanos” el año anterior cuando se cumplieron 30 años de la declaración de Windhoek (Namibia) de 1991. Convencidos de que el diálogo multi-stakeholder es el camino, y con el espíritu de colaborar y contribuir en el debate, desde ALAI participamos en tres paneles.
Moderación de contenidos
El panel enfocado en la moderación de contenidos en las redes sociales sirvió para plantear la necesidad de encontrar un equilibrio para aliviar las tensiones que existen entre la moderación y la libertad de expresión: la primera es indispensable para construir ambientes saludables de interacción digital y la segunda es un pilar fundamental que como sociedad debemos proteger. Por eso, necesitamos empoderar a los usuarios, actualizar y adaptar las regulaciones vigentes, trabajar para evitar la sobrerregulación y comprender que un enfoque basado únicamente en regulación para abordar diversos temas, en especial en un espacio tan dinámico, puede ser un abordaje inadecuado. Se debe apuntar a políticas flexibles ya que la moderación de contenidos presenta nuevos desafíos de manera constante a su vez que la tecnología y las plataformas evolucionan e introducen innovaciones permanentemente.
Las plataformas se ubican en un punto medio, entre grupos que demandan cero moderación y otros que exigen medidas más drásticas. En todo caso, es fundamental comprender que las plataformas no deben ser juez y parte, y que no es sano para la democracia que sean estas quienes decidan, de manera unilateral, qué contenido es apto: por eso resulta esencial la participación de la comunidad académica, la sociedad civil, la comunidad técnica, el sector público y el sector privado para delinear acuerdos.
Entre la transparencia y la desinformación
El panel sobre transparencia evidenció el consenso de que esta es un factor crítico para la construcción de un ecosistema digital cada vez más saludable: es la base para promover una conversación pública sana y generar confianza en las personas. Aquí, el desafío radica en que puedan definirse estándares internacionales para evitar la complejidad de normativas locales específicas de cada país, encontrando un punto de equilibrio entre requerimientos razonables y una aplicación de las normas justa y universal.
Por último, el panel de desinformación abordó el impacto que la información imprecisa y las noticias falsas pueden llegar a tener en los medios. Para empezar, resulta necesario destacar los aspectos positivos del desarrollo digital para el periodismo: los canales digitales han facilitado la expresión de grupos vulnerables y el surgimiento de periodistas independientes. Ahora bien, aunque la desinformación es un problema que no es de orden tecnológico, sino inherente a los seres humanos—incluso, muchas veces, parte de la esfera pública—, las plataformas tecnológicas permiten una difusión y una exposición inédita de todo tipo de información, lo que conlleva nuevos retos. En ese sentido, los fact checkers juegan un rol supremamente importante, pero a su vez son una herramienta transitoria: es necesario encontrar una solución sistémica y de largo plazo, que incluya la búsqueda de nuevas fuentes de legitimidad, el empoderamiento de los usuarios y la construcción de acuerdos para un mayor compromiso de los actores públicos de no contribuir a la desinformación. Se requiere diálogo con todos los actores y elevar la calidad legislativa para minimizar las consecuencias no deseadas de enfoques regulatorios que aborden la desinformación como un asunto meramente normativo.
En resumen, todos estos desafíos comparten algunos aspectos en común. Por un lado, requieren de un diálogo ininterrumpido entre múltiples actores para abordar los retos que impone una tecnología en constante evolución: no existen soluciones mágicas ni inmediatas. El esfuerzo permanente es lo que habilita las mejoras y la reducción de riesgos presentes y futuros. Desde ALAI, estamos muy agradecidos por colaborar con este espacio propuesto por UNESCO.
Por otra parte, consideramos que Latinoamérica tiene por delante una tarea pendiente adicional: dejar el enfoque habitual de imitar lo que se hace en otras latitudes para empezar a mirar hacia adentro, definir nuestra visión del ciberespacio y crear nuestros propios acuerdos. Tenemos el talento humano, el conocimiento y la experiencia para lograrlo.
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