Inclusión financiera: elemento clave para el desarrollo

Inclusión financiera: elemento clave para el desarrollo

Las fintech juegan un rol clave para llevar soluciones financieras a un clic de las personas. Las regulaciones pueden hacer su aporte llevando el foco a la innovación más que al cumplimiento normativo.

*Por Sissi De La Peña, Gerente de Comercio Digital y Organismos Internacionales de la Asociación Latinoamericana de Internet (ALAI).

La oportunidad no puede ser mejor: apenas el 55% de los latinoamericanos declara tener una cuenta bancaria. Sin embargo, la penetración de teléfonos móviles inteligentes es de un dispositivo y medio por persona. Por eso, cuanto más accesibles, sencillos y transparentes sean los servicios que se ofrecen, cuantas más herramientas financieras se pongan a un clic de distancia de las personas, cuanta más educación financiera se brinde en la región, cuanto más se involucre el sector público para implementar políticas encaminadas hacia una mayor inclusión financiera, mejores serán los resultados.

Un estudio reciente del  del FMI identifica algunas de las principales causas que generaron la brecha de inclusión financiera en la región: destacan una infraestructura inadecuada sobre las cuales están montados los servicios financieros, entornos regulatorios restrictivos, barreras de entrada altas para nuevos jugadores y la baja competitividad que impregnó el mercado.

Las fintech (servicios financieros que se prestan por medio del uso de tecnologías digitales), en ese sentido, se apalancan en la tecnología para convertirse en verdaderos motores de inclusión e innovación en base a cuatro pilares: pagos,  cobros, inversiones, créditos alternativos y seguros. Por lo pronto, el surgimiento de estas financieras tecnológicas favorece a emprendedores, pymes, consumidores y hasta al sector financiero tradicional, con ventajas como reducción de costos de operación, aumento de eficiencia y competencia o una mayor capilaridad para llegar a sectores de la población a los que antes no accedía.

La pandemia ha demostrado que todas las industrias y sectores deben comenzar a pensar en ofrecer sus servicios y productos de manera virtual, utilizando todos los recursos tecnológicos disponibles para continuar en operación. El futuro de los pagos digitales es prometedor y el contexto mundial que atravesamos ha dado una mayor visibilidad a la importancia de contar con estas nuevas modalidades así como la urgencia de acercarlos a la población excluida de los mismos.
Según el Informe 2020 Latam Fintech de KoreFusion, publicado por Forbes, existen más de 1075 Fintech en las 5 principales economías de la región: Brasil, México, Argentina, Colombia y Chile. El ecosistema fintech continúa creciendo a pasos agigantados en la región, brindando muchas oportunidades de negocio y de servicio a los usuarios.

Los medios de pago

Los medios de pago digitales, apenas una porción de esta nueva generación de servicios financieros, tienen un impacto enorme en el desarrollo de la economía y promueven la inclusión financiera desde diferentes puntos de vista. También están siendo fundamentales para la inserción de las MiPyMEs en la economía, por la facilidad, la flexibilidad, los bajos costos y la adaptabilidad a transacciones de bajo monto.

Si bien la adopción de pagos digitales se aceleró durante la pandemia, las empresas del sector se encuentran ante diversos desafíos. El primero, es generar confianza entre los consumidores, muchos de los cuales siguen sintiéndose cómodos con los pagos tradicionales, por su aceptación universal y porque les aporta una sensación de control y seguridad.

A esto se suma las amenazas a la ciberseguridad: el incremento de ataques cibernéticos y de fraudes aumentó a nivel exponencial en la medida en que lo hicieron los manejos de dinero en plataformas virtuales. De nuevo, más allá de que las empresas del sector deben tener este punto como prioridad en sus agendas, también es fundamental enfatizar en la alfabetización digital para que cada usuario tenga las habilidades, los conocimientos y las herramientas necesarias para no exponer sus datos ni su patrimonio. Particularmente, el uso del efectivo está fuertemente arraigado en Latinoamérica, por lo que la transición debe proponerse de manera gradual. Una estrategia muy transitada por el mundo del comercio electrónico es la de omnicanalidad de pagos: el cliente llega al cierre de la transacción y elige el medio de su preferencia, una combinación de alternativas tradicionales y digitales. En la medida en que experimenten estos últimos y verifiquen su simplicidad y su efectividad, su utilización crecerá de manera orgánica.

El nuevo escalón regulatorio

Si bien no existe una uniformidad, vemos que se repite en la región una lógica regulatoria que abarcó tres grandes etapas, cada una de ellas con desafíos más profundos que se están enfrentando exitosamente. Durante la primera, se intentó resolver los aspectos básicos, desde la igualdad de condiciones para jugadores incumbentes y entrantes hasta una mayor estabilidad de las instituciones para proteger a todos los participantes.

En una segunda etapa, se abarcaron principalmente aspectos de interoperabilidad e instant payments. Así surgieron Pix en Brasil, Transferencias 3.0 en Argentina o CoDi en México. 

En la tercera etapa, se fomenta un nuevo paradigma: open banking. Es decir, las instituciones financieras dejan disponibles sus servicios para que puedan ser consumidos por otras entidades y así entregar a los clientes servicios más ágiles, seguros y personalizados. Se trata de un nivel superior en términos de integración, transparencia y competitividad. El usuario comienza a ser dueño de su información y a tener la libertad de iniciar su operación en un proveedor específico y luego cambiar de institución si las condiciones le parecen mejores en otro lado.

El eje regulatorio deja así de concentrarse en cumplimiento para poner foco en la innovación, facilitar la aparición de nuevos jugadores, concatenar de manera diferente a los tradicionales y, en conjunto, entregar una propuesta de mayor agregado que fomente la inclusión financiera, disminuya la brecha digital y acelere el desarrollo.

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