*Por Gabriel Parra, Gerente Regional de Políticas Públicas de ALAI.
La seguridad y la protección de la información son esenciales para que los usuarios utilicen las plataformas digitales con plena confianza. De la seguridad de la información depende, en gran medida, la apropiación de herramientas digitales por parte de los usuarios, la reputación de los agentes que participan de la economía digital y, consecuentemente, la prosperidad en el largo plazo de los entornos digitales.
Estamos ante un proceso inédito de aceleración de la vida digital, impulsado por la pandemia de COVID-19, pero que continúa su marcha. Las personas utilizan cada vez más herramientas digitales para comprar, comunicarse, almacenar información, trabajar, estudiar, entretenerse o realizar operaciones financieras, entre muchos otros usos. Actualmente, la economía digital equivale al 15,5 % del PIB mundial, de acuerdo al Banco Mundial.
En este contexto, el cifrado se posiciona como una herramienta fundamental para la economía digital. Por ejemplo, para el uso confiable y rutinario de la banca, las transacciones financieras, el pago de facturas, las comunicaciones digitales, los pedidos de servicios en línea y el comercio electrónico en general. También, es un elemento indispensable para la seguridad a los usuarios frente a amenazas de espionaje, robo de información confidencial, interrupción de servicios, transacciones fraudulentas y vulnerabilidades de las redes, entre otras.
De acuerdo a la Alianza por el Cifrado en Latinoamérica y el Caribe (AC-LAC) —de la cual ALAI es miembro—, el cifrado de extremo a extremo significa que las comunicaciones permanecen cifradas desde el remitente hasta el destinatario de modo que ningún tercero puede acceder al contenido o inferirlo, en tránsito o en el dispositivo. Un tercero, en este contexto, podría ser cualquier organización que no sea el remitente o el usuario destinatario que participa directamente en la conversación.
Así, el cifrado contribuye a generar confianza en los usuarios. No se trata de un tema menor, al mismo ritmo en que crece la adopción de las herramientas digitales lo hacen los ciberataques: se estima que las pérdidas globales relacionados con este problema superaron en 2021 los US$6 billones, según datos de la AC-LAC.
Un aliado para el crecimiento
El cifrado no solo garantiza la seguridad y la privacidad de las comunicaciones —incluyendo la protección de los mensajes en tránsito—, de los datos almacenados y de las transacciones que se realicen en línea, sino que, además, se convierte en un motor de crecimiento de la economía digital. Esto se debe a que, al incrementar la confianza, se eleva en consecuencia el número de usuarios de productos y servicios online.
En contraposición, el debilitamiento del cifrado deriva en una mayor exposición a ataques de actores maliciosos, fuga de información confidencial y un descreimiento en las nuevas tecnologías que podría provocar una reducción o aversión en su uso.
Por eso es tan importante que Latinoamérica comience a dar el debate sobre la protección del cifrado, no solo en los aspectos técnicos, sino también en los regulatorios. En nuestra región la discusión está recién en etapas tempranas, aunque empiezan a verse casos tangenciales, como los de México y Chile, donde se está trabajando en propuestas de leyes de ciberseguridad.
Ampliar la perspectiva
Si bien en general se toma lo que ocurre en otras regiones como referencia, es central que desarrollemos una visión propia latinoamericana, con objetivos que combinen la protección de la privacidad y la seguridad de las comunicaciones y una mirada de desarrollo económico y social.
Sin dejar de lado su importancia, uno de los errores más comunes es que el debate se concentre exclusivamente en aspectos técnicos de seguridad nacional y que el centro del escenario lo ocupen únicamente organismos gubernamentales de Defensa o de Seguridad. Por ejemplo, hay gobiernos que están generando una gran paradoja: emblandecen las garantías que ofrece el cifrado a la privacidad y confidencialidad de las personas y los negocios justificando su debilitamiento en motivos de seguridad nacional.
Por todo esto, es fundamental trabajar el tema desde la educación a los usuarios hasta los formuladores de política pública, y así generar conciencia sobre la importancia del cifrado en todas sus dimensiones, abrir el debate con enfoque en los derechos humanos y encontrar el camino que nos lleve a las regulaciones apropiadas.
Es imprescindible ampliar la perspectiva: no se trata únicamente de cómo se encriptan los mensajes o de los mecanismos que debe adoptar o no un país para alcanzar sus objetivos de seguridad. También es indispensable pensar en la seguridad y privacidad de los usuarios, especialmente los más vulnerables; evaluar cómo debe crecer y desarrollarse la economía digital en la región en los próximos años; y cómo Latinoamérica puede insertarse en el ambiente global de negocios del futuro.
Sin duda, América Latina debe trazarse metas ambiciosas en cuanto al goce de los derechos humanos y el desarrollo de la economía digital: el cifrado es una herramienta elemental de cara a la obtención de ambos objetivos.
Notas relacionadas
Nace la Alianza por el Cifrado en Latinoamérica y el Caribe
Privacidad y tecnología: entre desafíos y posibles soluciones